Aprender a soltar

Desgraciadamente podemos afirmar que tu relación con todo lo que tiene que ver con tu realidad externa, sino se sostiene de forma sana y equilibrada, te acaba atrapando y generando sufrimiento. Desde nuestra personalidad, al finalizar el primer septenio de vida, iniciamos una búsqueda continua y permanente de bienestar, para satisfacer así, desde nuestros deseos más mundanos a nuestros anhelos más profundos.

Cuando experimentamos ese estado placentero, temporal y transitorio, nos aferramos con fuerza para retenerlo, para no perderlo, y tenerlo siempre bajo nuestro dominio y control. El apego rápidamente entra en escena sin darnos cuenta de ello.

Este movimiento propio de nuestro yo físico, mental y emocional, nos acaba atrapando por completo, y nos conduce directamente a la rueda de dolor y sufrimiento una vez más. Siempre queremos algo, en gran cantidad y medida, y con una mirada proyectada en lo novedoso. Este algo, ya sea material, inmaterial o humano, cuando lo disponemos perdemos rápidamente su atractivo e interés, ya que no resulta como “pensábamos”, e iniciamos de nuevo, la búsqueda hacia otro algo. Hacia delante, buscando en el mañana (futuro), y hacia atrás comparándolo con el ayer (pasado), y la rueda sigue y sigue dando vueltas.

 Desde esta orientación existencial enfocada en el tener, tengas poco o tengas mucho de algo, el movimiento es el mismo para ambos casos, siempre aparece el deseo, el apego y el sufrimiento.

¿Lo observas?

Hay dos conceptos que bajo mi humilde parecer, resultan capitales para comprender tal cuestión, uno es la impermanencia y el otro es el fluir. Vamos a acercarnos brevemente.

En Oriente, la impermanencia siempre está presente en el día a día de muchos seres, en sus temas de conversación, en sus prácticas contemplativas y meditativas, etcétera. Son gran conocedores de su importancia, hasta el punto, como sucede por ejemplo en el mundo tibetano, llevan a cabo prácticas meditativas en los cementerios, para acercarse con profunda naturalidad a ese estado vital que tanto miedo genera al hombre,  la propia muerte.

Toda la existencia, tanto lo tangible como lo intangible, un pensamiento, una sensación, una percepción, un recuerdo, un coche, una silla, un cuerpo físico, todo tiene forma, y a su vez, todo está vacío. Un vacío que vibra y tiene vida por sí mismo.

Fíjate que todos estos elementos que te he presentado son perecederos y temporales, y manifiestan ese estado de impermanencia que lo impregna absolutamente todo.

En cada instante, en este aquí ahora, la impermanencia está presente, una gran cantidad de tus células corporales mueren, una sensación interna se diluye, un pensamiento que se pierde en el universo, una hoja de un árbol que se funde en la tierra, son algunos ejemplos que ponen de relevancia la transitoriedad de todo lo que acontece.

¿Y en qué medida puede ayudarte todo esto?

Muy sencillo. Cuando aparece por ejemplo, un pensamiento de cualquier tipo, a ello le acompaña una emoción que te invita rápidamente a tomar acción sobre lo que sientes. En ese momento, si tomas consciencia de ello, dándote cuenta y observando sin juicio, todo ese movimiento se desvanece por sí mismo. Tan sólo era un pensamiento que tuvo un inicio y un final (impermanencia), y al darnos cuenta de ello, impedimos que cobre fuerza y nos genere finalmente sufrimiento.

En segundo lugar, el fluir ante la vida requiere de per sé, un doble movimiento sin esfuerzo y desde el corazón, la aceptación profunda de todo lo que llega a tu vida, y el soltar con amor, todo lo que se va.  Observa que el fluir es un acto de profunda confianza y reverencia hacia la vida que eres, donde el AMOR es el que sostiene esta acción tan bella y hermosa.

¿Y qué importancia puede tener en mí día a día?

Cuando empiezas a fluir por la vida, tu orientación vital, nada tiene que ver con el tener y el acumular propios de tu personalidad, sino con el Ser, con tu dimensión espiritual. Empiezas a recibir con gratitud, toda la abundancia que eres y te mereces, y su vez, no la retienes, la sueltas rápidamente, compartiéndola con los demás seres sintientes.

El fluir conecta directamente con la verdadera felicidad incausada, ananda, ese estado de bienaventuranza que mora en tu Ser, y que está desprovisto de cualquier elemento doloroso que venga del exterior.

Fluye, fluye y refluye por la vida que eres, y ten siempre presente a tu fiel compañera de viaje, la impermanencia, ella te ayudará a tomar consciencia y a recordarte, todo lo que te genera desdicha y sufrimiento en tu vida.