¿Compartir o competir?

Consumimos una gran parte de nuestra vida, sin darnos cuenta de ello, esforzándonos y luchando por conseguir todas nuestras metas y objetivos. Ser unos padres ejemplares, comprar una casa cerca de la playa, disponer de un buen coche, finalizar con brillantez los estudios universitarios, conseguir un trabajo exitoso, ser el alumno aventajado del grupo, tener reconocimiento social y estatus, son unos pocos ejemplos de una lista extensa e interminable.

El juego fantasioso en el que estamos atrapados, se convierte en una carrera de competición entre Seres humanos, a ver quién llega más rápido y en el menor tiempo posible, a fin de conseguir nuestra ansiada victoria. Las reglas del juego son claras,  todo vale y todo está permitido,  donde la ley del más fuerte impera como marco de referencia.

Si tomas consciencia por un momento, y eres honesto contigo mismo, te darás cuenta que la gran mayoría de tus objetivos son impersonales, condicionados e impuestos por las proyecciones que el propio sistema ha determinado para ti.  Observa también, que has asumido por completo todos esos objetivos vitales como propios, sin pararte a pensar lo más mínimo, que quizás,  no responden en absoluto a tus necesidades más internas.

En tu camino de lucha y esfuerzo para satisfacer las exigencias y demandas externas, tu ego responde ferozmente, para tomar el control y las riendas de tu existencia. Tu ego, se posiciona en frente de tus experiencias, marcando los tiempos de tu vida, tus ritmos, tus necesidades, etcétera. Cualquier movimiento que aparezca en relación a tu persona, es el ego el que se encarga de dar respuesta, y perpetuar así, su poder ante tal cometido.

Es fácil observarlo en nuestro día a día, por ejemplo, con las peleas de egos entre Seres humanos, enfrentamientos y discusiones que en su gran mayoría vienen precedidos por situaciones absurdas, infantiles y carentes de todo sentido. Los egos sufren, se sienten heridos y atacados,  y en consecuencia se muestran reactivos. ¿Te has dado cuenta?

Observa por favor con atención, si algunos de estos elementos resuenan en tu foro interno, y verifica por ti mismo, todo lo que estoy compartiendo:

  • Culto por la velocidad. Siempre te falta tiempo para todo, incluso para atender a tus necesidades más primarias.
  • Te centras en la meta (el qué) y olvidas por completo el proceso (el cómo) para lograrlo. Te mueves en términos de pasado y futuro, planificando, programando, controlando, etcétera.
  • La reactividad e impulsividad se reflejan en tus movimientos verbales, mentales, emocionales, físicos, ante cualquier acontecimiento que vives. En su gran mayoría son automatismos repetitivos y cíclicos.
  • La competitividad y la comparación siempre están presentes de forma directa o indirecta.
  • La avidez y el apego a las cosas materiales y personales es fuerte.
  • El flujo de actividad mental y emocional es desbordante. Esto te mantiene en un estado anímico de vaivenes constantes.
  • La salud física y energética se resiente con frecuencia. Frecuentemente te sientes abatido, cansado y con falta de energía.
  • Los espacios personales para el encuentro contigo mismo son prácticamente inexistentes.

Todos estos detalles ponen de manifiesto una realidad clara y evidente, tu vida está teñida de sufrimiento.

¿Y qué puedo hacer ante este escenario?

Pues muy sencillo, empezar a vivir como lo que verdaderamente eres, un Ser humano cuya dimensión espiritual ha encarnado en un cuerpo físico. Y esto querido amigo, conlleva una gran responsabilidad ante la vida. En primera instancia, darte cuenta que no eres eso en lo que te has/han convertido, eres algo mucho más profundo y hermoso, cuyos atributos se sustentan en la frecuencia vibracional más elevada que existe, el AMOR.

Has venido a este mundo, con un claro propósito vital –dharma– y es tu deber expresarlo y compartirlo con todos los seres sintientes. Esta es la expresión más íntima de tu divinidad, tus dones y talentos, los cuáles te van a permitir tu crecimiento y desarrollo evolutivo en la presente encarnación. Bajar el cielo a la tierra en tu cotidianidad, compartiendo con amor incondicional una parte de ti, de tu Ser, de tu gozo y felicidad más pura. No olvides jamás, que todo aquello que das y compartes con amor lo acabas recibiendo, y siempre en mayor medida. Esta es la ley universal  que rige todo cuanto acontece en la existencia.

Si tú y yo ejercemos nuestra responsabilidad ante la vida, y expresamos una parte de nuestro Ser a través de nuestros dones y talentos, el mundo del cuál tú y yo formamos parte, se transformará en un espacio vital, donde la unidad se expresará en la diversidad, y la fraternidad inundará todos los corazones.

Estás a tiempo, jamás es tarde para reconectarse y despertar, y abandonar por completo todos esos velos que desgraciadamente no te dejan ver la realidad como Es.

Ya para finalizar, permíteme que acabe compartiendo una gran reflexión del gran poeta, escritor y dramaturgo británico William Shakespeare, que recoge muy bien todo lo compartido.

      «El significado de la vida es hallar tu don. El propósito de la vida es compartirlo».