Que el silencio sea tu palabra

Hace algún tiempo ya, leyendo una de las majestuosas obras que nos dejó como legado el gran Cayetano Arroyo, Diálogos con Abul Beka, una de sus sabias y profundas reflexiones resonó profundamente en mi corazón. Dice así, «que el silencio sea tu palabra y el camino vuestros pies».

El silencio es el lenguaje de la vida, de la existencia, de todo cuanto es y existe en la manifestación. Recuerda, que el silencio es el  gran tesoro subyacente que no sólo está presente en todas las formas que tus sentidos corpóreo mentales son capaces de percibir del exterior.

En la naturaleza, por ejemplo, podemos observar el papel tan importante que cobra el silencio en las diferentes formas de vida y en los elementos que están presentes. Todo se funde en un perfecto equilibrio y bella armonía. Y como no podía ser menos, también está presente en el Ser humano, venimos en silencio con el nacimiento, y partimos de la misma forma cuando acontece la muerte.

El silencio como lenguaje universal es nuestro mejor amigo y aliado, siempre nos acompaña a cada instante, en todo momento, a todas partes, y recorre con nosotros nuestro camino vital.

Seguramente te estarás preguntando, porque si tenemos el silencio tan cerca y a disposición, nos sentimos con frecuencia tan alejados de él.  ¿Lo has percibido?

El silencio en muchas ocasiones nos abruma,  nos molesta, se nos resiste, nos conecta con el miedo, y tratamos de evitarlo en la medida de lo posible. Estos rasgos ponen de manifiesto que estamos profundamente identificados con nuestra personalidad, es decir, con nuestro yo físico, mental y emocional.

Tu personalidad en su estado de vigilia, necesita ruido de forma permanente, y tal alimento se puede observar en una simple conversación, una llamada telefónica,  un paseo con música, un descanso con televisión, una comida usando las nuevas tecnologías, etcétera. Todas estas relaciones placenteras y temporales que mantenemos con el exterior nos llenan de ruido interior, y nos convierten en adictos al mismo.

Reflexiona contigo mismo y sobre todo responde con honestidad a cerca de estas cuestiones:

¿Eres capaz de comer en silencio?;   ¿Eres capaz de permanecer  en silencio y mirando a los ojos de tu amigo o ser querido?;   ¿Eres capaz de contemplar en silencio la belleza de la naturaleza?; ¿Has permanecido algún día completo o varias horas del día en silencio?

Seguramente tus respuestas a estas preguntas, te darán alguna pista para confirmar nuevamente, la dificultad que tienes a la hora de relacionarte con la quietud y el silencio.

El aferramiento en mayor o menor medida a tu personalidad, no sólo te impide sostener el silencio, sino que además, te conduce a huir de ti mismo, de tu verdadera identidad. No te interesa lo más mínimo profundizar en tu interior, y prefieres seguir anestesiado con tus ruidos, todos ellos camuflados en forma de placeres y bienestares que asedian tu día a día.

Te animo encarecidamente, en este aquí ahora, a que puedas empezar a cultivar el silencio en tu día a día, incorporando momentos de quietud y sosiego, introspección, soledad y espacios para el encuentro contigo mismo.

En ese silencio interior, encontrarás las respuestas a tus preguntas, a tus dudas existenciales, y podrás conectar con la sabiduría, intuición, discernimiento, voluntad y felicidad que moran en tu interior. Todas estas cualidades, como bien sabes, son los rasgos propios de tu divinidad.

Además, el silencio, te ayudará a equilibrar y armonizar de forma gradual tu yo físico, mental y emocional, necesarios a su vez, para que tu naturaleza espiritual pueda expresarse en tu cotidianidad.

Permíteme amigo lector, ya para finalizar e integrar todo lo compartido, acabar con un breve poema del maestro y poeta Rumi, dice asÍ:

« ¿Por qué tienes tanto miedo del silencio?
El silencio es la raíz de todo.
Si vas en espiral a su vacío,
un centenar de voces retumbarán con los mensajes que quisiste oír»