Uno de los rasgos claros y observables de la sociedad actual, es el estado de alerta permanente en la que vivimos inmersos. Un estilo de vida donde el culto a la velocidad, la conectividad y el control del tiempo, nos someten y nos esclavizan constantemente sin darnos cuenta de ello. Vivimos fisiológicamente hablando, acidificados, adrenalínicos y cortisolizados, un cocktail que en muchas ocasiones tiene un precio muy alto para nuestra salud física, mental y emocional. Para que tengas un poco de información, según cifra la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 50% de la población mundial en el año 2030 se verá afectada por depresión.
En este estado de centrifugado vital, nuestra mente kamásica seducida por una cantidad ingente de estímulos externos, nos evoca inconscientemente a un estado de neurosis mental permanente. Entramos sin freno alguno, en un círculo vicioso donde los deseos, apegos, condicionamientos, aversiones, aferramientos, dependencias y preocupaciones se apoderan de nuestros espacios internos.
¿Y qué se esconde detrás de este estado de alerta?
Como trato siempre de compartir, comprender la naturaleza primaria de las cosas desde una visión holística y transpersonal, nos permite profundizar en las causas de las mismas, sin quedarnos atrapados en la superficie (consecuencias) de un modo reduccionista y parcial.
Cuando nos encontramos en modo alerta, en lo subyacente, se esconde siempre una emoción primaria, el miedo. Aunque no seamos conscientes de ello, vivimos anclados e instalados en el miedo, y esto a su vez, es un claro síntoma que pone de manifiesto que nuestra vida la controla y dirige, ¿sabes quién? el pequeño yo (ego). Recuerda que el pequeño yo tiene miedo a morir, miedo a perder el trabajo, miedo a enfermar, miedo a la soledad, miedo al dinero, miedo a envejecer, miedos, miedos y más miedos. En definitiva, el ego se siente temeroso a perder su status y su zona de confort que tanto lo reconforta.
Desde esta posición de alerta fruto de nuestra identificación al pequeño yo, es comprensible que nuestra vida esté repleta de tensiones, preocupaciones y sobre todo de mucho sufrimiento.
¿Y podemos tomar consciencia de algún elemento más?
Por supuesto que sí, vamos a ver dos elementos muy importantes que guardan una gran relación directa entre sí, uno es la confianza y el otro la libertad. Sigamos adelante.
Al estar instalados en el miedo, la desconfianza inevitablemente reina en todos y cada uno de los ámbitos existenciales de nuestra vida. El pequeño yo vive inmerso en su propio mundo de fantasía, donde la culpa -interna y externa-, son el gran instrumento para perpetuar su propia supervivencia. Y si hay desconfianza querido amigo, las quejas, los problemas, los juicios y la falta de aceptación estarán siempre presentes en tu vida.
Finalmente, como hemos visto con anterioridad, vivir en ese estado de alerta continua no sólo conlleva un peaje importante para nuestra salud, sino también para nuestra actitud a la hora de relacionarnos con la vida misma. Los miedos bloquean por completo nuestro espacio sagrado de libertad como seres humanos, desplazando nuestra capacidad de respuesta consciente y autónoma.
Una vez más, la decisión querido amigo está en tus manos, sigue siendo tu responsabilidad, vivir de un modo más consciente y sosegado, o continuar en ese estado de alerta y confusión que desgraciadamente tanto conoces.
Con amor.