Siente lo que sientes

En Occidente, lamentablemente, podemos constatar a través de nuestra experiencia personal, que no hemos sido educados para gestionar nuestro mundo interno, y hacer frente con voluntad y determinación, a todo lo que acontece en nuestra dimensión mental y emocional.

Fíjate que durante el primer septenio de vida, vivimos la mayor parte del tiempo desde nuestra esencia, en presencia, atendiendo únicamente a lo que el instante presente nos brinda. Posteriormente, en silencio y sin darnos cuenta de ello, empezamos a construir un conjunto de personalidades –yoes- para responder a las necesidades sociales, culturales, religiosas, morales, paternales y económicas que desde el exterior, gota a gota, van configurando nuestra forma de pensar y sentir.

Nos vamos llenando poco a poco de creencias y automatismos, que son a su vez, los filtros con los que observaremos y desplegaremos todas las experiencias que viviremos a lo largo de nuestra vida. Fácil de entender, ¿verdad?

Bajo ese paraguas de múltiples yoes que vamos adquiriendo, con el fiel propósito de satisfacer todas las obligaciones externas, nuestras necesidades internas, se resienten y se desplazan por completo. Entramos en una espiral de abandono personal, y empezamos a reprimir como nos sentimos, a esconder nuestras emociones, a negarlas, a compensarlas por otras, a fin de encajar con el prototipo de yo ideal que el sistema espera de mí.

¿Y cuál es el precio?

Falta de libertad interna. No me permito sentir lo que siento, y lo poco que siento, lo tiño con juicios, resentimientos, miedos, frustraciones, culpabilidad, etcétera.

¿Te permites un llanto en compañía de tus seres queridos?  ¿Has tomado consciencia cuando aparece una emoción de rabia o de ira?  ¿Exteriorizas o vives en silencio y soledad las emociones?  ¿Cómo madre, muestras una emoción distinta a como te sientes frente a tus hijos? ¿Cómo hombre, manifiestas tus lágrimas abiertamente?

Son algunas de las preguntas, que con honestidad, deberíamos responder para tomar consciencia de la situación.

Todas las emociones que reprimes, que rechazas, que niegas, se almacenan en forma de heridas (semillas) en la parte inconsciente de tu psique. Ten siempre presente que para tu inconsciente, absolutamente todo lo que sientes es presente, no distingue en términos temporales de pasado y futuro.

Gran parte de esa sombra y oscuridad no trascendida, y que acumulamos con el discurrir de los años, se somatiza y se expresa a través del cuerpo físico, y a su vez, se proyecta hacia el exterior donde podemos verla siempre reflejada.

Seguramente, habrás podido observar, que tus descargas emocionales ante situaciones del día a día, expresadas en forma de palabras o acciones reactivas-impulsivas, exceden de intensidad con lo acontecido. Esa desproporción, tan sólo es fruto, de toda la contención emocional que no fuiste capaz de sostener y gestionar en su momento.

¿Qué me puede ayudar en este proceso?

Permítete sentir lo que sientes a cada instante. Sea la emoción que sea, ira, rabia, odio, envidia, celos, acéptala con amor para poder así trascenderla. Toma consciencia de tu sentir, es tu gran tesoro, siempre con humildad y libre de todo juicio.

En la práctica budista, se enseña a gestionar el mundo mental y emocional a través del control de la respiración. La respiración consciente es nuestra mejor aliada en este proceso, siempre nos acompaña, en todo momento y en cualquier lugar. Nos ayuda a enfocarnos, y a estar atentos a todo lo que sucede en nuestro interior.

Vamos a verlo tomando como ejemplo una emoción concreta, la rabia.

Cuando sientes rabia en tu interior, empieza el proceso, y se inicia con la toma de consciencia. Te das cuenta que esa emoción se alberga en ti, y no en ningún otro lugar. A partir de ese momento, ejerces tu responsabilidad (observador) ante esa rabia (observado) que sientes y que estás experimentando.

Observa tu rabia con amor y aceptación, sostenla por un instante, con los ojos cerrados, y quitando cualquier imagen de culpa o juicio que tu Ego pueda generar, e interrumpir así,  tu gestión emocional. En ese momento, inspiras la rabia, y acto seguido, espiras amor incondicional hacia todos los seres. Puedes acompañar el proceso también, si así lo consideras, visualizando en forma de colores o formas la inspiración, como humo negro, y la espiración como luz blanca.

Mantente constante en ese flujo respiratorio, hasta que gradualmente, la rabia vaya perdiendo intensidad, y pueda por sí misma, desvanecerse por completo.

Esta actitud a lo largo del día, te ayudará a permanecer presente la mayor parte del tiempo, a sentirte, a escucharte, y sobre todo, ampliar tu espacio interior (testigo interno). Toda esa carga afectiva y emocional que te generaba dolor y sufrimiento, paulatinamente, se irá transformando en paz y quietud interior.

Gestionar con responsabilidad tu mundo mental y emocional, es sin lugar a dudas, el mayor regalo que puedes hacerte, no sólo para tu crecimiento personal, sino también, para el beneficio de todos los Seres sintientes.